TERMINATOR CONOCE A JESUCRISTO


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lunes, 4 de mayo de 2009

PRIMER ACUERDO 2da parte de los cuatro acuerdos


Sé impecable con tus palabras
El Primer Acuerdo es el más importante y también el más difícil
de cumplir. Es tan importante que sólo con él ya serás capaz de
alcanzar el nivel de existencia que yo denomino “el cielo en la
tierra”.
El Primer Acuerdo consiste en ser impecable con tus palabras.
Parece muy simple, pero es sumamente poderoso.
¿Por qué tus palabras? Porque constituyen el poder que tienes
para crear. Son un don que proviene directamente de Dios. En
la Biblia, el Evangelio de San Juan empieza diciendo: “En el
principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo
era Dios”. Mediante las palabras expresas tu poder creativo, lo
revelas todo. Independientemente de la lengua que hables, tu
intención se pone de manifiesto a través de las palabras. Lo que
sueñas, lo que sientes y lo que realmente eres, lo muestras por
medio de las palabras.
No son sólo sonidos o símbolos escritos. Son una fuerza;
constituyen el poder que tienes para expresar y comunicar, para
pensar y, en consecuencia, para crear los acontecimientos de tu
vida. Puedes hablar. ¿Qué otro animal del planeta puede
hacerlo? Las palabras son la herramienta más poderosa que
tienes como ser humano, el instrumento de la magia. Pero son
como una espada de doble filo: pueden crear el sueño más
bello o destruir todo lo que te rodea. Uno de los filos es el uso
erróneo de las palabras, que crea un infierno en vida. El otro es
la impecabilidad de las palabras, que sólo engendrará belleza,
amor y el cielo en la tierra. Según cómo las utilices, las palabras
te liberarán o te esclavizarán aún más de lo que imaginas. Toda
la magia que posees se basa en tus palabras. Son pura magia,
y si las utilizas mal, se convierten en magia negra.
Esta magia es tan poderosa, que una sola palabra puede
cambiar una vida o destruir a millones de personas. Hace años,
en Alemania, mediante el uso de las palabras, un hombre
manipuló a un país entero de gente muy inteligente. Los llevó a
una guerra mundial sólo con el poder de sus palabras.
Convenció a otros para que cometieran los más atroces actos
de violencia. Activó el miedo de la gente, y de pronto, como una
gran explosión, empezaron las matanzas y el mundo estalló en
guerra. En todo el planeta los seres humanos han destruido a
otros seres humanos porque tenían miedo. Las palabras de
Hitler, que se basaban en creencias y acuerdos generados por
el miedo, serán recordadas durante siglos.
La mente humana es como un campo fértil en el que continuamente
se están plantando semillas. Las semillas son opiniones,
ideas y conceptos. Tú plantas una semilla, un pensamiento, y
éste crece. Las palabras son como semillas, ¡y la mente
humana es muy fértil! El único problema es que, con demasiada
frecuencia, es fértil para las semillas del miedo. Todas las
mentes humanas son fértiles, pero sólo para la clase de semilla
para la que están preparadas. Lo importante es descubrir para
qué clase de semillas es fértil nuestra mente, y prepararla para
recibir las semillas del amor.
Fíjate en el ejemplo de Hitler: Sembró todas aquellas semillas
de miedo, que crecieron muy fuertes y consiguieron una
extraordinaria destrucción masiva. Teniendo en cuenta el
pavoroso poder de las palabras, debemos comprender cuál es
el poder que emana de nuestra boca. Si plantamos un miedo o
una duda en nuestra mente, creará una serie interminable de
acontecimientos. Una palabra es como un hechizo, y los
humanos utilizamos las palabras como magos de magia negra,
hechizándonos los unos a los otros imprudentemente.
Todo ser humano es un mago, y por medio de las palabras,
puede hechizar a alguien o liberarlo de un hechizo. Continuamente
estamos lanzando hechizos con nuestras opiniones. Por
ejemplo, me encuentro con un amigo y le doy una opinión que
se me acaba de ocurrir. Le digo: “¡Mmmm! Veo en tu cara el
color de los que acaban teniendo cáncer”. Si escucha esas
palabras y está de acuerdo, desarrollará un cáncer en menos de
un año. Ese es el poder de las palabras.
Durante nuestra domesticación, nuestros padres y hermanos
expresaban sus opiniones sobre nosotros sin pensar. Nosotros
nos creíamos lo que nos decían y vivíamos con el miedo que
nos provocaban sus opiniones, como la de que no servíamos
para nadar, para los deportes o para escribir. Alguien da una
opinión y dice: “¡Mira qué niña tan fea!”. La niña lo oye, se cree
que es fea y crece con esa idea en la cabeza. No importa lo
guapa que sea; mientras mantenga ese acuerdo, creerá que es
fea. Estará bajo ese hechizo.
Las palabras captan nuestra atención, entran en nuestra mente
y cambian por entero, para bien o para mal, nuestras creencias.
Otro ejemplo: Quizás pienses que eres estúpido, y tal vez lo
hayas creído desde siempre. Este acuerdo es muy difícil de
romper, y es posible que te lleve a realizar muchas cosas con el
único fin de convencerte de que realmente eres estúpido.
Puede que hagas algo y te digas a ti mismo: “Me gustaría ser
inteligente, pero debo de ser estúpido, porque si no lo fuera, no
habría hecho esto”. La mente se mueve en cientos de
direcciones diferentes y podríamos pasarnos días enteros
atrapados únicamente por la creencia en nuestra propia
estupidez.
Pero un día alguien capta tu atención y con palabras te hace
saber que no eres estúpido. Crees lo que esa persona dice y
llegas a un nuevo acuerdo. Y el resultado es que dejas de
sentirte o de actuar como un estúpido. Se ha roto todo el
hechizo sólo con la fuerza de las palabras. Y a la inversa, si
crees que eres estúpido y alguien capta tu atención y te dice:
“Sí, realmente eres la persona más estúpida que jamás he
conocido”, el acuerdo se verá reforzado y se volverá todavía
mas firme.
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Veamos ahora lo que significa la palabra “impecabilidad”.
Significa “sin pecado”. “Impecable” proviene del latín pecatus,
que quiere decir “pecado”. El im significa “sin”, de modo que
“impecable” quiere decir “sin pecado”. Las religiones hablan del
pecado y de los pecadores, pero entendamos qué significa
realmente pecar. Un pecado es cualquier cosa que haces y que
va contra ti. Todo lo que sientas, creas o digas que vaya contra
ti es un pecado. Vas contra ti cuando te juzgas y te culpas por
cualquier cosa. No pecar es hacer exactamente lo contrario. Ser
impecable es no ir contra ti mismo. Cuando eres impecable,
asumes la responsabilidad de tus actos, pero sin Juzgarte ni
culparte.
Desde este punto de vista, todo el concepto de pecado deja de
ser algo moral o religioso para convertirse en una cuestión de
puro sentido común. El pecado empieza con el rechazo de uno
mismo. El mayor pecado que cometes es rechazarte a ti mismo.
En términos religiosos, el autorrechazo es un “pecado mortal”,
es decir que te conduce a la muerte. En cambio, la
impecabilidad te conduce a la vida.
Ser impecable con tus palabras es no utilizarlas contra ti mismo.
Si te veo en la calle y te llamo estúpido, puede parecer que
utilizo esa palabra contra ti, pero en realidad la utilizo contra mí
mismo, porque tú me odiarás por ello y tu odio no será bueno
para mí. Por lo tanto, si me enfurezco y con mis palabras te
envío todo mi veneno emocional, las estoy utilizando en mi
contra.
Si me amo a mí mismo, expresaré ese amor en mis relaciones
contigo y seré impecable con mis palabras, porque la acción
provoca una reacción semejante. Si te amo, tú me amarás. Si te
insulto, me insultarás. Si siento gratitud por ti, tu la sentirás por
mí. Si soy egoísta contigo, tú lo serás conmigo. Si utilizo mis
palabras para hechizarte, tú emplearás las tuyas para
hechizarme a mí.
Ser impecable con tus palabras significa utilizar tu energía
correctamente, en la dirección de la verdad y del amor por ti
mismo. Si llegas a un acuerdo contigo para ser impecable con
tus palabras, eso bastará para que la verdad se manifieste a
través de ti y limpie todo el veneno emocional que hay en tu
interior. Pero llegar a este acuerdo es difícil, porque hemos
aprendido a hacer precisamente todo lo contrario. Hemos
aprendido a hacer de la mentira un hábito al comunicarnos con
los demás, y aún más importante, al hablar con nosotros
mismos. No somos impecables con nuestras palabras.
En el infierno, el poder de las palabras se emplea de un modo
totalmente erróneo. Las usamos para maldecir, para culpar,
para reprochar, para destruir. También las utilizamos
correctamente, por supuesto, pero no lo hacemos muy a
menudo. Por lo general, empleamos las palabras para propagar
nuestro veneno personal: para expresar rabia, celos, envidia y
odio. Las palabras son pura magia -el don más poderoso que
tenemos como seres humanos- y las utilizamos contra nosotros
mismos. Planeamos vengarnos y creamos caos con las
palabras. Las usamos para fomentar el odio entre las distintas
razas, entre diferentes personas, entre las familias, entre las
naciones... Hacemos un mal uso de las palabras con gran
frecuencia, y así es como creamos y perpetuamos el sueño del
infierno. Con el uso erróneo de las palabras, nos perjudicamos
los unos a los otros y nos mantenemos mutuamente en un
estado de miedo y duda. Dado que las palabras son la magia
que poseemos los seres humanos y su uso equivocado es
magia negra, utilizamos la magia negra constantemente sin
tener la menor idea de ello.
Por ejemplo, había una vez una mujer inteligente y de gran
corazón. Esta mujer tenla una hija a la que adoraba. Una noche
llegó a casa después de un duro día de trabajo, muy cansada,
tensa y con un terrible dolor de cabeza. Quería paz y
tranquilidad, pero su hija saltaba y cantaba alegremente. No era
consciente de cómo se sentía su madre; estaba en su propio
mundo, en su propio sueño. Se sentía de maravilla y saltaba y
cantaba cada vez más fuerte, expresando su alegría y su amor.
Cantaba tan fuerte que el dolor de cabeza de su madre aún
empeoró más, hasta que, en un momento determinado, la
madre perdió el control. Miró muy enfadada a su preciosa hija y
le dijo: “¡Cállate! Tienes una voz horrible. ¿Es que no puedes
estar callada”?.
Lo cierto es que, en ese momento, la tolerancia de la madre
frente a cualquier ruido era inexistente; no era que la voz de su
hija fuera horrible. Pero la hija creyó lo que le dijo su madre y
llegó a un acuerdo con ella misma. Después de esto ya no
cantó más, porque creía que su voz era horrible y que
molestaría a cualquier persona que la oyera. En la escuela se
volvió tímida, y si le pedían que cantase, se negaba a hacerlo.
Incluso hablar con los demás se convirtió en algo difícil. Eñe
nuevo acuerdo hizo que todo cambiase para esa niña: creyó
que debía reprimir sus emociones para que la aceptasen y la
amasen.
Siempre que escuchamos una opinión y la creemos, llegamos a
un acuerdo que pasa a formar parte de nuestro sistema de
creencias. La niña creció, y aunque tenía una bonita voz, nunca
volvió a cantar. Desarrolló un gran complejo a causa de un
hechizo, un hechizo lanzado por la persona que más la quería:
su propia madre, que no se dio cuenta de lo que había hecho
con sus palabras. No se dio cuenta de que había utilizado
magia negra y había hechizado a su hija. Desconocía el poder
de sus palabras, y por consiguiente no se la puede culpar. Hizo
lo que su propia madre, su padre y otras personas habían
hecho con ella de muchas maneras diferentes: utilizar mal sus
palabras.
¿Cuántas veces hacemos lo mismo con nuestros propios hijos?
Les lanzamos opiniones de este tipo y ellos cargan con esa
magia negra durante años y años. Las personas que nos
quieren emplean magia negra con nosotros, pero no saben lo
que hacen. Por ello debemos perdonarlos, porque no saben lo
que hacen.
Otro ejemplo: Te despiertas por la mañana sintiéndote muy
contenta. Te sientes tan bien, que te pasas dos horas delante
del espejo arreglándote. Entonces, una de tus mejores amigas
te dice: “¿Qué te ha pasado? Estás horrorosa. Mira tu vestido;
haces el ridículo”. Ya está; con eso es suficiente para enviarte a
lo más profundo del infierno. Quizás esa amiga te hizo este
comentario sólo para herirte, y lo consiguió. Te dio una opinión
que llevaba tras ella todo el poder de sus palabras. Si aceptas
esa opinión, se convierte en un acuerdo, y entonces tú misma
pones todo tu poder en esa opinión, que se convierte en magia
negra.
Los hechizos de este tipo son difíciles de romper. La única
manera de deshacer un hechizo es llegar a un nuevo acuerdo
que se base en la verdad. La verdad es el aspecto más
importante del hecho de ser impecable con tus palabras. La
espada tiene dos filos: en uno están las mentiras que crean la
magia negra, y en el otro, está la verdad que tiene el poder de
deshacer los hechizos. Sólo la verdad nos hará libres.
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Considera las relaciones humanas diarias, e imagínate cuántas
veces nos lanzamos hechizos los unos a los otros con nuestras
palabras. Con el tiempo, esto se ha convertido en la peor forma
de magia negra: son los chismes.
Los chismes son magia negra de la peor clase, porque son puro
veneno. Aprendimos a contar chismes por acuerdo. De niños,
escuchábamos a los adultos que nos rodeaban chismorrear sin
parar y expresar abiertamente su opinión sobre otras personas.
Incluso opinaban sobre gente a la que no conocían. Mediante
esas opiniones, transferían su veneno emocional, y nosotros
aprendimos que esta era la manera normal de comunicarse.
Contar chismes se ha convertido en la principal forma de
comunicación en la sociedad humana. Es la manera que
utilizamos para sentirnos cerca de otras personas, porque ver
que alguien se siente tan mal como nosotros, nos hace sentir
mejor.
Hay una vieja expresión que dice: “A la miseria le gusta estar
acompañada”, y la gente que sufre en el infierno no quiere estar
sola. El miedo y el sufrimiento son un aspecto importante del
sueño del planeta; son la razón de que ese sueño nos continúe
reprimiendo.
Si hacemos una analogía y comparamos la mente humana con
un ordenador, el chismorreo es comparable a un virus
informático, que no es más que un programa escrito en el
mismo lenguaje que los demás, pero con una intención dañina.
Se introduce en el ordenador cuando menos te lo esperas, y en
la mayoría de los casos, sin que ni siquiera te des cuenta. Una
vez se ha introducido en él, tu ordenador no va demasiado bien
o no funciona en absoluto, porque todo se lía y hay tal cantidad
de mensajes contradictorios que resulta imposible obtener
resultados satisfactorios.
El chismorreo entre los seres humanos funciona de la misma
manera. Por ejemplo, empiezas un curso con un nuevo
profesor; es algo que esperabas desde hace mucho tiempo. El
primer día te encuentras con alguien que anteriormente asistió a
ese curso y te dice: “¡Ese profesor es un pedante y un pelmazo!
No tiene ni idea, y además, es un pervertido, de modo que ve
con cuidado”.
Las palabras de esa persona y las emociones que te transmitió
cuando te hizo este comentario se te quedan inmediatamente
grabadas; sin embargo, no eres consciente de qué motivos
tenía para hacértelo. Quizás estaba enfadada por haber
suspendido, o simplemente hacía suposiciones fundamentadas
en el miedo y los prejuicios. Pero dado que has aprendido a
ingerir información como un niño, parte de ti cree el chisme. Y
en la clase, mientras el profesor habla, sientes que el veneno
aparece en tu interior y te resulta imposible comprender que lo
ves a través de los ojos de la persona que te fue con el chisme.
Entonces, empiezas a hablar de ello con los otros integrantes
del curso, hasta que acaban por ver al profesor del mismo
modo: como un pelmazo y un pervertido. Realmente no
soportas estar ahí, y pronto decides dejar de ir. Culpas al
profesor, pero el culpable es el chisme.
Un pequeño virus informático es capaz de generar un lío de
este tipo. Una mínima información errónea puede estropear la
comunicación entre las personas e infectar a todos aquellos que
toca, que a su vez contagian a más gente. Imagínate que
cuando otras personas te cuentan chismes, introducen virus
informáticos en tu mente que hacen que pienses cada vez con
menor claridad. Después imagina que, en un esfuerzo por
aclarar tu propia confusión y para aliviarte del veneno, tú
también chismorreas y contagias estos virus a otras personas.
Ahora, imagínate que esta pauta prosigue en una cadena
interminable entre todos los seres humanos de la Tierra. El
resultado es un mundo lleno de personas que sólo pueden
obtener información a través de circuitos que están obstruidos
por un virus venenoso y contagioso. Una vez más, este virus es
lo que los toltecas denominaron mitote el caos de miles de
voces distintas que intentan hablar al mismo tiempo en la
mente.
Aún peores son los magos negros o “piratas informáticos”, que
extienden el virus intencionadamente. Recuerda alguna ocasión
en la que tú mismo (o alguien que conozcas) estabas furioso
con otra persona y deseabas vengarte de ella. Para hacerlo, le
dijiste algo con la intención de esparcir el veneno y conseguir
que se sintiera mal consigo misma. De niños actuamos de este
modo casi sin darnos cuenta, pero a medida que vamos
creciendo, nuestros esfuerzos por desprestigiar a la gente son
mucho más calculados. Entonces, nos mentimos a nosotros
mismos y nos decimos que la persona en cuestión recibió un
justo castigo por su maldad.
Cuando contemplamos el mundo a través de un virus
informático, resulta fácil justificar incluso el comportamiento más
cruel. No somos conscientes de que el mal uso de nuestras
palabras nos hace caer más profundamente en el infierno.
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Durante años, las palabras de los demás nos han transmitido
chismes y nos han lanzado hechizos, pero lo mismo ha hecho la
manera en que utilizamos las palabras con nosotros mismos.
Nos hablamos constantemente, y la mayor parte del tiempo
decimos cosas como: “Estoy gordo. Soy feo. Me hago viejo. Me
estoy quedando calvo. Soy estúpido, nunca entiendo nada.
Nunca seré lo suficientemente bueno. Nunca seré perfecto”.
¿Ves de qué modo utilizamos las palabras contra nosotros
mismos? Es necesario que empecemos a comprender lo que
son las palabras y lo que hacen. Si entiendes el Primer Acuerdo
(Sé impecable con tus palabras), verás cuántos cambios
ocurren en tu vida. En primer lugar, cambios en tu manera de
tratarte y en tu forma de tratar a otras personas, especialmente
aquellas a las que más quieres.
Piensa en las innumerables veces que has explicado chismes
sobre el ser que más amas para conseguir que otras personas
apoyasen tu punto de vista. ¿Cuántas veces has captado la
atención de otras personas y has esparcido veneno sobre un
ser amado para hacer que tu opinión pareciese correcta? Tu
opinión no es más que tu punto de vista, y no tiene por qué ser
necesariamente verdad. Tu opinión proviene de tus creencias,
de tu ego y de tu propio sueño. Creamos todo ese veneno y lo
esparcimos entre otras personas sólo para sentir que nuestro
punto de vista es correcto.
Si adoptamos el Primer Acuerdo y somos impecables con
nuestras palabras, cualquier veneno emocional acabará por
desaparecer de nuestra mente y dejaremos de transmitirlo en
nuestras relaciones personales, incluso con nuestro perro 0
nuestro gato.
La impecabilidad de tus palabras también te proporcionará
inmunidad frente a cualquier persona que te lance un hechizo.
Solamente recibirás una idea negativa si tu mente es un campo
fértil para ella.
Cuando eres impecable con tus palabras, tu mente deja de ser
un campo fértil para las palabras que surgen de la magia negra,
pero sí lo es para las que surgen del amor. Puedes medir la
impecabilidad de tus palabras a partir de tu nivel de autoestima.
La cantidad de amor que sientes por ti es directamente
proporcional a la calidad e integridad de tus palabras. Cuando
eres impecable con tus palabras, te sientes bien, eres feliz y
estás en paz.
Puedes trascender el sueño del infierno sólo con llegar al
acuerdo de ser impecable con tus palabras. Ahora mismo estoy
plantando una semilla en tu mente. Que crezca o no, dependerá
de lo fértil que sea tu mente para recibir las semillas del amor.
Tú decides si llegas o no a establecer este acuerdo contigo
mismo: Soy impecable con mis palabras. Nutre esta semilla, y a
medida que crezca en tu mente, generará más semillas de amor
que reemplazarán a las del miedo.
El Primer Acuerdo cambiará el tipo de semillas para las que tu
mente resulta fértil.
Sé impecable con tus palabras. Este es el primer acuerdo al que
debes llegar si quieres ser libre, ser feliz y trascender el nivel de
existencia del infierno. Es muy poderoso. Utiliza tus palabras
apropiadamente. Empléalas para compartir tu amor. Usa la
magia blanca empezando por ti. Dite a ti mismo que eres una
persona maravillosa, fantástica. Dite cuánto te amas. Utiliza las
palabras para romper todos esos pequeños acuerdos que te
hacen sufrir.
Es posible. Lo es porque yo mismo lo hice y no soy mejor que
tú. Somos exactamente iguales. Tenemos el mismo tipo de
cerebro, el mismo tipo de cuerpo; somos seres humanos. Si yo
fui capaz de romper esos acuerdos y crear otros nuevos,
también tú puedes hacerlo. Si yo soy impecable con mis
palabras, ¿por qué no tú? Este acuerdo, por sí solo, es capaz
de cambiar toda tu vida. La impecabilidad de tus palabras te
llevará a la libertad personal, al éxito y a la abundancia; hará
que el miedo desaparezca y lo transformará en amor y alegría.
Imagínate lo que es posible crear sólo con la impecabilidad de
las palabras. Trascenderás el sueño del miedo y llevarás una
vida diferente. Podrás vivir en el cielo en medio de miles de
personas que viven en el infierno, porque serás inmune a él.
Alcanzarás el reino de los cielos con este acuerdo: Sé
impecable con tus palabras.

SEGUNDO ACUERDO


No te tomes nada personalmente

Los tres acuerdos siguientes nacen, en realidad, del primero. El
Segundo Acuerdo consiste en no tomarte nada personalmente.
Suceda lo que suceda a tu alrededor, no te lo tomes
personalmente. Utilizando un ejemplo anterior, si te encuentro
en la calle y te digo: “¡Eh, eres un estúpido!”, sin conocerte, no
me refiero a ti, sino a mí. Si te lo tomas personalmente, tal vez
te creas que eres un estúpido. Quizá te digas a ti mismo:
“¿Cómo lo sabe? ¿Acaso es clarividente o es que todos pueden
ver lo estúpido que soy?”.
Te lo tomas personalmente porque estás de acuerdo con
cualquier cosa que se diga. Y tan pronto como estás de
acuerdo, el veneno te recorre y te encuentras atrapado en el
sueño del infierno. El motivo de que estés atrapado es lo que
llamamos “la importancia personal”. La importancia personal, o
el tomarse las cosas personalmente, es la expresión máxima
del egoísmo, porque consideramos que todo gira a nuestro
alrededor. Durante el periodo de nuestra educación (o de
nuestra domesticación), aprendimos a tomarnos todas las cosas
de forma personal. Creemos que somos responsables de todo.
iYo, yo, yo y siempre yo!
Nada de lo que los demás hacen es por ti. Lo hacen por ellos
mismos. Todos vivimos en nuestro propio sueño, en nuestra
propia mente; los demás están en un mundo completamente
distinto de aquel en que vive cada uno de nosotros. Cuando nos
tomamos personalmente lo que alguien nos dice, suponemos
que sabe lo que hay en nuestro mundo e intentamos
imponérselo por encima del suyo.
Incluso cuando una situación parece muy personal, por ejemplo
cuando alguien te insulta directamente, eso no tiene nada que
ver contigo. Lo que esa persona dice, lo que hace y las
opiniones que expresa responden a los acuerdos que ha
establecido en su propia mente. Su punto de vista surge de toda
la programación que recibió durante su domesticación.
Si alguien te da su opinión y te dice: “¡Oye, estás muy gordo!”,
no te lo tomes personalmente, porque la verdad es que se
refiere a sus propios sentimientos, creencias y opiniones. Esa
persona intentó enviarte su veneno, y si te lo tomas
personalmente, lo recoges y se convierte en tuyo. Tomarse las
cosas personalmente te convierte en una presa fácil para esos
depredadores, los magos negros. Les resulta fácil atraparte con
una simple opinión, después te alimentan con el veneno que
quieren, y como te lo tomas personalmente, te lo tragas sin
rechistar.
Te comes toda su basura emocional y la conviertes en tu propia
basura. Pero si no te lo tomas personalmente, serás inmune a
todo veneno aunque te encuentres en medio del infierno. Esa
inmunidad es un don de este acuerdo.
Cuando te tomas las cosas personalmente, te sientes ofendido
y reaccionas defendiendo tus creencias y creando conflictos.
Haces una montaña de un grano de arena porque sientes la
necesidad de tener razón y de que los demás estén
equivocados. También te esfuerzas en demostrarles que tienes
razón dando tus propias opiniones. Del mismo modo, cualquier
cosa que sientas o hagas no es más que una proyección de tu
propio sueño personal, un reflejo de tus propios acuerdos. Lo
que dices, lo que haces y las opiniones que tienes se basan en
los acuerdos que tú has establecido, y no tienen nada que ver
conmigo.
Lo que pienses de mí no es importante para mí y no me lo tomo
personalmente. Cuando la gente me dice: “Miguel, eres el
mejor”, no me lo tomo personalmente, y tampoco lo hago
cuando me dice: “Miguel, eres el peor”. Sé que cuando estés
contento, me dirás: “Miguel, eres un ángel”. Pero cuando estés
enfadado conmigo, me dirás: “iOh, Miguel, eres un demonio!
Eres repugnante. ¿Cómo puedes decir esas cosas?”. Ninguno
de los dos comentarios me afecta porque yo sé lo que soy. No
necesito que me acepten. No necesito que nadie me diga:
“¡Miguel, qué bien lo haces!”, o: “¡Cómo eres capaz de hacer
eso!”.
No, no me lo tomo personalmente. Pienses lo que pienses,
sientas lo que sientas, sé que se trata de tu problema y no del
mío. Es tu manera de ver el mundo. No me lo tomo de un modo
personal porque te refieres a ti mismo y no a mí. Los demás
tienen sus propias opiniones según su sistema de creencias, de
modo que nada de lo que piensen de mí estará realmente
relacionado conmigo, sino con ellos.
Es posible que incluso me digas: “Miguel, lo que dices me
duele”. Pero lo que te duele no es lo que yo digo, sino las
heridas que tienes y que yo he rozado con lo que he dicho. Eres
tú mismo quien se hace daño. No me lo puedo tomar
personalmente en modo alguno, y no porque no crea ni confíe
en ti, sino porque sé que ves el mundo con distintos ojos, con
los tuyos. Creas una película entera en tu mente, y en ella tú
eres el director, el productor y el protagonista. Todos los demás
tenemos papeles secundarios. Es tu película.
La manera en que ves esa película se basa en los acuerdos
que has establecido con la vida. Tu punto de vista es algo
personal tuyo. No es la verdad de nadie más que de ti. Por
consiguiente, si te enfadas conmigo, sé que eso está
relacionado contigo. Yo soy la excusa para que tú te enfades. Y
te enfadas porque tienes miedo, porque te enfrentas a tu miedo.
Si no tuvieras miedo, no te enfadarías conmigo en modo alguno.
Si no tuvieras miedo, no me odiarías en modo alguno. Si no
tuvieras miedo, no estarías triste ni celoso en modo alguno.
Si vives sin miedo, si amas, no hay lugar para ninguna de esas
emociones. Si no tienes ninguna de esas emociones,
lógicamente te sientes bien. Cuando te sientes bien, todo lo que
te rodea está bien. Cuando todo lo que te rodea es magnífico,
todo te hace feliz. Amas todo lo que te rodea porque te amas a
ti mismo, porque te gusta como eres, porque estás contento
contigo mismo, porque te sientes feliz con tu vida. Estás
satisfecho con la película que té mismo produces y con los
acuerdos que has establecido con la vida. Estás en paz y eres
feliz. Vives en ese estado de dicha en el que todo es
verdaderamente maravilloso y bello. En ese estado de dicha,
estableces una relación de amor con todo lo que percibes en
todo momento.
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Sea lo que sea lo que la gente haga, piense o diga, no te lo
tomes personalmente. Si te dice que eres maravilloso, no lo dice
por ti. Tú sabes que eres maravilloso. No es necesario que otras
personas te lo digan para creerlo. No te tomes nada
personalmente. Aun cuando alguien agarrase una pistola y te
disparase en la cabeza, no sería nada personal. Incluso hasta
ese extremo.
Ni siquiera las opiniones que tienes sobre ti mismo son
necesariamente verdad; por consiguiente, no tienes la menor
necesidad de tomarte cualquier cosa que oigas en tu propia
mente personalmente. La mente tiene la capacidad de hablarse
a sí misma, pero también tiene la capacidad de escuchar la
información que está disponible de otras esferas. Quizás a
veces, cuando oyes una voz en tu mente, te preguntes de
dónde proviene. Es posible que esta voz provenga de otra
realidad en la que existan seres vivos con una mente muy
similar a la humana.
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Los toltecas denominaron a estos seres “aliados”. En Europa,
África y la India los llamaron “dioses”.
Nuestra mente también existe en el nivel de los dioses, también
vive en esa realidad y es capaz de percibirla. La mente ve con
los ojos y percibe la realidad de cuando estamos despiertos.
Pero también ve y percibe sin los ojos, aunque la razón apenas
es consciente de esta percepción. La mente vive en más de una
dimensión. Es posible que en ocasiones tengas ideas que no se
originan en tu mente, pero las percibes con ella. Tienes derecho
a creer o no lo que esas voces te dicen y a no tomártelo
personalmente. Tenemos la opción de creer o no las voces que
oímos en nuestra propia mente, del mismo modo en que
decidimos qué creer y qué acuerdos tomar en el sueño del
planeta.
La mente también es capaz de hablarse y escucharse a sí
misma. Tu mente está dividida, igual que lo está tu cuerpo. Del
mismo modo en que puedes estrechar con una mano tu otra
mano y sentirla, la mente puede hablar consigo misma. Una
parte de tu mente habla y otra escucha. Cuando muchas partes
de tu mente hablan todas al mismo tiempo, se origina un gran
problema. A esto lo llamamos mitote, ¿recuerdas?
Podemos comparar el mitote con un enorme mercado en el que
miles de personas hablan y hacen trueques a la vez. Cada una
tiene pensamientos y sentimientos diferentes; cada una tiene un
punto de vista distinto. Todos los acuerdos que hemos
establecido -la programación de la mente- no son
necesariamente compatibles entre sí. Cada acuerdo es como un
ser vivo independiente; tiene su propia personalidad y su propia
voz. Hay acuerdos incompatibles, que se contradicen los unos a
los otros, y el conflicto se va extendiendo hasta que estalla una
gran guerra en la mente. El mitote es la razón por la que los
seres humanos apenas saben lo que quieren, cómo lo quieren o
cuándo lo quieren. No están de acuerdo con ellos mismos porque
unas partes de la mente quieren una cosa y otras quieren
exactamente lo contrario.
Una parte de la mente pone objeciones a determinados
pensamientos y actos y otra los apoya. Todos estos pequeños
seres vivientes crean conflictos internos porque están vivos y
cada uno tiene su propia voz. Únicamente si hacemos un
inventario de nuestros acuerdos destaparemos todos los
conflictos de la mente, y con el tiempo llegaremos a extraer
orden del caos del mitote.
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No te tomes nada personalmente porque, si lo haces, te
expones a sufrir por nada. Los seres humanos somos adictos al
sufrimiento en diferentes niveles y distintos grados; nos
apoyamos los unos a los otros para mantener esta adicción.
Hemos acordado ayudarnos mutuamente a sufrir. Si tienes la
necesidad de que te maltraten, será fácil que los demás lo
hagan. Del mismo modo, si estás con personas que necesitan
sufrir, algo en ti hará que las maltrates. Es como si llevasen un
cartel en la espalda que dijera “Patéame, por favor”. Piden una
justificación para su sufrimiento. Su adicción al sufrimiento no es
más que un acuerdo que refuerzan a diario.
Vayas donde vayas, encontrarás a gente que te mentirá, pero a
medida que tu conciencia se expanda, descubrirás que té
también te mientes a ti mismo. No esperes que los demás te
digan la verdad, porque ellos también se mienten a sí mismos.
Tienes que confiar en ti y decidir si crees o no lo que alguien te
dice.
Cuando realmente vemos a los demás tal como son sin
tomárnoslo personalmente, lo que hagan o digan no nos
dañará. Aunque los demás te mientan, no importa. Te mienten
porque tienen miedo. Tienen miedo de que descubras que no
son perfectos. Quitarse la máscara social resulta doloroso. Si
los demás dicen una cosa, pero hacen otra y tú no prestas
atención a sus actos, te mientes a ti mismo. Pero si eres veraz
contigo mismo, te ahorrarás mucho dolor emocional. Decirte la
verdad quizá resulte doloroso, pero no necesitas aferrarte al
dolor. La curación está en camino; que las cosas te vayan mejor
es sólo cuestión de tiempo.
Si alguien no te trata con amor ni respeto, que se aleje de ti es
un regalo. Si esa persona no se va, lo más probable es que
soportes muchos años de sufrimiento con ella. Que se marche
quizá resulte doloroso durante un tiempo, pero finalmente tu
corazón sanará. Entonces, elegirás lo que de verdad quieres.
Descubrirás que, para elegir correctamente, más que confiar en
los demás, es necesario que confíes en ti mismo.
Cuando no tomarte nada personalmente se convierta en un
hábito firme y sólido, te evitarás muchos disgustos en la vida. Tu
rabia, tus celos y tu envidia desaparecerán, y si no te tomas
nada personalmente, incluso tu tristeza desaparecerá.
Si conviertes el Segundo Acuerdo en un hábito, descubrirás que
nada podrá devolverte al infierno. Una gran cantidad de libertad
surge cuando no nos tomamos nada personalmente. Serás
inmune a los magos negros y ningún hechizo te afectará, por
muy fuerte que sea. El mundo entero puede contar chismes
sobre ti, pero si no te los tomas personalmente, serás inmune a
ellos. Alguien puede enviarte veneno emocional de forma
intencionada, pero si no te lo tomas personalmente, no te lo
tragarás. Cuando no tomas el veneno emocional, se vuelve más
nocivo para el que lo envía, pero no para ti.
Ya puedes ver cuán importante es este acuerdo. No tomar nada
personalmente te ayuda a romper muchos hábitos y costumbres
que te mantienen atrapado en el sueño del infierno y te causan
un sufrimiento innecesario. Bastará con practicar el Segundo
Acuerdo para que empieces a romper docenas de pequeños
acuerdos que te hacen sufrir. Y si practicas además el Primer
Acuerdo, romperás el 75 por ciento de estos pequeños
acuerdos que te mantienen atrapado en el infierno.
Escribe este acuerdo en un papel y engánchalo en la nevera
para recordarlo en todo momento: No te tomes nada
personalmente.
Cuando te acostumbres a no tomarte nada personalmente, no
necesitarás depositar tu confianza en lo que hagan o digan los
demás. Bastará con que confíes en ti mismo para elegir con
responsabilidad. Nunca eres responsable de los actos de los
demás; sólo eres responsable de ti mismo. Cuando comprendas
esto, de verdad, y te niegues a tomarte las cosas personalmente,
será muy difícil que los comentarios insensibles o los
actos negligentes de los demás te hieran.
Si mantienes este acuerdo, viajarás por todo el mundo con el
corazón abierto por completo y nadie te herirá. Dirás: “Te amo”,
sin miedo a que te rechacen o te ridiculicen. Pedirás lo que
necesites. Dirás sí o dirás no lo que tú decidas sin culparte ni
juzgarte. Siempre puedes seguir a tu corazón. Si lo haces,
aunque estés en medio del infierno, experimentarás felicidad y
paz interior. Permanecerás en tu estado de dicha y el infierno no
te afectará en absoluto.

SATANAS O DIOS?