TERMINATOR CONOCE A JESUCRISTO


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lunes, 4 de mayo de 2009

SEGUNDO ACUERDO


No te tomes nada personalmente

Los tres acuerdos siguientes nacen, en realidad, del primero. El
Segundo Acuerdo consiste en no tomarte nada personalmente.
Suceda lo que suceda a tu alrededor, no te lo tomes
personalmente. Utilizando un ejemplo anterior, si te encuentro
en la calle y te digo: “¡Eh, eres un estúpido!”, sin conocerte, no
me refiero a ti, sino a mí. Si te lo tomas personalmente, tal vez
te creas que eres un estúpido. Quizá te digas a ti mismo:
“¿Cómo lo sabe? ¿Acaso es clarividente o es que todos pueden
ver lo estúpido que soy?”.
Te lo tomas personalmente porque estás de acuerdo con
cualquier cosa que se diga. Y tan pronto como estás de
acuerdo, el veneno te recorre y te encuentras atrapado en el
sueño del infierno. El motivo de que estés atrapado es lo que
llamamos “la importancia personal”. La importancia personal, o
el tomarse las cosas personalmente, es la expresión máxima
del egoísmo, porque consideramos que todo gira a nuestro
alrededor. Durante el periodo de nuestra educación (o de
nuestra domesticación), aprendimos a tomarnos todas las cosas
de forma personal. Creemos que somos responsables de todo.
iYo, yo, yo y siempre yo!
Nada de lo que los demás hacen es por ti. Lo hacen por ellos
mismos. Todos vivimos en nuestro propio sueño, en nuestra
propia mente; los demás están en un mundo completamente
distinto de aquel en que vive cada uno de nosotros. Cuando nos
tomamos personalmente lo que alguien nos dice, suponemos
que sabe lo que hay en nuestro mundo e intentamos
imponérselo por encima del suyo.
Incluso cuando una situación parece muy personal, por ejemplo
cuando alguien te insulta directamente, eso no tiene nada que
ver contigo. Lo que esa persona dice, lo que hace y las
opiniones que expresa responden a los acuerdos que ha
establecido en su propia mente. Su punto de vista surge de toda
la programación que recibió durante su domesticación.
Si alguien te da su opinión y te dice: “¡Oye, estás muy gordo!”,
no te lo tomes personalmente, porque la verdad es que se
refiere a sus propios sentimientos, creencias y opiniones. Esa
persona intentó enviarte su veneno, y si te lo tomas
personalmente, lo recoges y se convierte en tuyo. Tomarse las
cosas personalmente te convierte en una presa fácil para esos
depredadores, los magos negros. Les resulta fácil atraparte con
una simple opinión, después te alimentan con el veneno que
quieren, y como te lo tomas personalmente, te lo tragas sin
rechistar.
Te comes toda su basura emocional y la conviertes en tu propia
basura. Pero si no te lo tomas personalmente, serás inmune a
todo veneno aunque te encuentres en medio del infierno. Esa
inmunidad es un don de este acuerdo.
Cuando te tomas las cosas personalmente, te sientes ofendido
y reaccionas defendiendo tus creencias y creando conflictos.
Haces una montaña de un grano de arena porque sientes la
necesidad de tener razón y de que los demás estén
equivocados. También te esfuerzas en demostrarles que tienes
razón dando tus propias opiniones. Del mismo modo, cualquier
cosa que sientas o hagas no es más que una proyección de tu
propio sueño personal, un reflejo de tus propios acuerdos. Lo
que dices, lo que haces y las opiniones que tienes se basan en
los acuerdos que tú has establecido, y no tienen nada que ver
conmigo.
Lo que pienses de mí no es importante para mí y no me lo tomo
personalmente. Cuando la gente me dice: “Miguel, eres el
mejor”, no me lo tomo personalmente, y tampoco lo hago
cuando me dice: “Miguel, eres el peor”. Sé que cuando estés
contento, me dirás: “Miguel, eres un ángel”. Pero cuando estés
enfadado conmigo, me dirás: “iOh, Miguel, eres un demonio!
Eres repugnante. ¿Cómo puedes decir esas cosas?”. Ninguno
de los dos comentarios me afecta porque yo sé lo que soy. No
necesito que me acepten. No necesito que nadie me diga:
“¡Miguel, qué bien lo haces!”, o: “¡Cómo eres capaz de hacer
eso!”.
No, no me lo tomo personalmente. Pienses lo que pienses,
sientas lo que sientas, sé que se trata de tu problema y no del
mío. Es tu manera de ver el mundo. No me lo tomo de un modo
personal porque te refieres a ti mismo y no a mí. Los demás
tienen sus propias opiniones según su sistema de creencias, de
modo que nada de lo que piensen de mí estará realmente
relacionado conmigo, sino con ellos.
Es posible que incluso me digas: “Miguel, lo que dices me
duele”. Pero lo que te duele no es lo que yo digo, sino las
heridas que tienes y que yo he rozado con lo que he dicho. Eres
tú mismo quien se hace daño. No me lo puedo tomar
personalmente en modo alguno, y no porque no crea ni confíe
en ti, sino porque sé que ves el mundo con distintos ojos, con
los tuyos. Creas una película entera en tu mente, y en ella tú
eres el director, el productor y el protagonista. Todos los demás
tenemos papeles secundarios. Es tu película.
La manera en que ves esa película se basa en los acuerdos
que has establecido con la vida. Tu punto de vista es algo
personal tuyo. No es la verdad de nadie más que de ti. Por
consiguiente, si te enfadas conmigo, sé que eso está
relacionado contigo. Yo soy la excusa para que tú te enfades. Y
te enfadas porque tienes miedo, porque te enfrentas a tu miedo.
Si no tuvieras miedo, no te enfadarías conmigo en modo alguno.
Si no tuvieras miedo, no me odiarías en modo alguno. Si no
tuvieras miedo, no estarías triste ni celoso en modo alguno.
Si vives sin miedo, si amas, no hay lugar para ninguna de esas
emociones. Si no tienes ninguna de esas emociones,
lógicamente te sientes bien. Cuando te sientes bien, todo lo que
te rodea está bien. Cuando todo lo que te rodea es magnífico,
todo te hace feliz. Amas todo lo que te rodea porque te amas a
ti mismo, porque te gusta como eres, porque estás contento
contigo mismo, porque te sientes feliz con tu vida. Estás
satisfecho con la película que té mismo produces y con los
acuerdos que has establecido con la vida. Estás en paz y eres
feliz. Vives en ese estado de dicha en el que todo es
verdaderamente maravilloso y bello. En ese estado de dicha,
estableces una relación de amor con todo lo que percibes en
todo momento.
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Sea lo que sea lo que la gente haga, piense o diga, no te lo
tomes personalmente. Si te dice que eres maravilloso, no lo dice
por ti. Tú sabes que eres maravilloso. No es necesario que otras
personas te lo digan para creerlo. No te tomes nada
personalmente. Aun cuando alguien agarrase una pistola y te
disparase en la cabeza, no sería nada personal. Incluso hasta
ese extremo.
Ni siquiera las opiniones que tienes sobre ti mismo son
necesariamente verdad; por consiguiente, no tienes la menor
necesidad de tomarte cualquier cosa que oigas en tu propia
mente personalmente. La mente tiene la capacidad de hablarse
a sí misma, pero también tiene la capacidad de escuchar la
información que está disponible de otras esferas. Quizás a
veces, cuando oyes una voz en tu mente, te preguntes de
dónde proviene. Es posible que esta voz provenga de otra
realidad en la que existan seres vivos con una mente muy
similar a la humana.
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Los toltecas denominaron a estos seres “aliados”. En Europa,
África y la India los llamaron “dioses”.
Nuestra mente también existe en el nivel de los dioses, también
vive en esa realidad y es capaz de percibirla. La mente ve con
los ojos y percibe la realidad de cuando estamos despiertos.
Pero también ve y percibe sin los ojos, aunque la razón apenas
es consciente de esta percepción. La mente vive en más de una
dimensión. Es posible que en ocasiones tengas ideas que no se
originan en tu mente, pero las percibes con ella. Tienes derecho
a creer o no lo que esas voces te dicen y a no tomártelo
personalmente. Tenemos la opción de creer o no las voces que
oímos en nuestra propia mente, del mismo modo en que
decidimos qué creer y qué acuerdos tomar en el sueño del
planeta.
La mente también es capaz de hablarse y escucharse a sí
misma. Tu mente está dividida, igual que lo está tu cuerpo. Del
mismo modo en que puedes estrechar con una mano tu otra
mano y sentirla, la mente puede hablar consigo misma. Una
parte de tu mente habla y otra escucha. Cuando muchas partes
de tu mente hablan todas al mismo tiempo, se origina un gran
problema. A esto lo llamamos mitote, ¿recuerdas?
Podemos comparar el mitote con un enorme mercado en el que
miles de personas hablan y hacen trueques a la vez. Cada una
tiene pensamientos y sentimientos diferentes; cada una tiene un
punto de vista distinto. Todos los acuerdos que hemos
establecido -la programación de la mente- no son
necesariamente compatibles entre sí. Cada acuerdo es como un
ser vivo independiente; tiene su propia personalidad y su propia
voz. Hay acuerdos incompatibles, que se contradicen los unos a
los otros, y el conflicto se va extendiendo hasta que estalla una
gran guerra en la mente. El mitote es la razón por la que los
seres humanos apenas saben lo que quieren, cómo lo quieren o
cuándo lo quieren. No están de acuerdo con ellos mismos porque
unas partes de la mente quieren una cosa y otras quieren
exactamente lo contrario.
Una parte de la mente pone objeciones a determinados
pensamientos y actos y otra los apoya. Todos estos pequeños
seres vivientes crean conflictos internos porque están vivos y
cada uno tiene su propia voz. Únicamente si hacemos un
inventario de nuestros acuerdos destaparemos todos los
conflictos de la mente, y con el tiempo llegaremos a extraer
orden del caos del mitote.
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No te tomes nada personalmente porque, si lo haces, te
expones a sufrir por nada. Los seres humanos somos adictos al
sufrimiento en diferentes niveles y distintos grados; nos
apoyamos los unos a los otros para mantener esta adicción.
Hemos acordado ayudarnos mutuamente a sufrir. Si tienes la
necesidad de que te maltraten, será fácil que los demás lo
hagan. Del mismo modo, si estás con personas que necesitan
sufrir, algo en ti hará que las maltrates. Es como si llevasen un
cartel en la espalda que dijera “Patéame, por favor”. Piden una
justificación para su sufrimiento. Su adicción al sufrimiento no es
más que un acuerdo que refuerzan a diario.
Vayas donde vayas, encontrarás a gente que te mentirá, pero a
medida que tu conciencia se expanda, descubrirás que té
también te mientes a ti mismo. No esperes que los demás te
digan la verdad, porque ellos también se mienten a sí mismos.
Tienes que confiar en ti y decidir si crees o no lo que alguien te
dice.
Cuando realmente vemos a los demás tal como son sin
tomárnoslo personalmente, lo que hagan o digan no nos
dañará. Aunque los demás te mientan, no importa. Te mienten
porque tienen miedo. Tienen miedo de que descubras que no
son perfectos. Quitarse la máscara social resulta doloroso. Si
los demás dicen una cosa, pero hacen otra y tú no prestas
atención a sus actos, te mientes a ti mismo. Pero si eres veraz
contigo mismo, te ahorrarás mucho dolor emocional. Decirte la
verdad quizá resulte doloroso, pero no necesitas aferrarte al
dolor. La curación está en camino; que las cosas te vayan mejor
es sólo cuestión de tiempo.
Si alguien no te trata con amor ni respeto, que se aleje de ti es
un regalo. Si esa persona no se va, lo más probable es que
soportes muchos años de sufrimiento con ella. Que se marche
quizá resulte doloroso durante un tiempo, pero finalmente tu
corazón sanará. Entonces, elegirás lo que de verdad quieres.
Descubrirás que, para elegir correctamente, más que confiar en
los demás, es necesario que confíes en ti mismo.
Cuando no tomarte nada personalmente se convierta en un
hábito firme y sólido, te evitarás muchos disgustos en la vida. Tu
rabia, tus celos y tu envidia desaparecerán, y si no te tomas
nada personalmente, incluso tu tristeza desaparecerá.
Si conviertes el Segundo Acuerdo en un hábito, descubrirás que
nada podrá devolverte al infierno. Una gran cantidad de libertad
surge cuando no nos tomamos nada personalmente. Serás
inmune a los magos negros y ningún hechizo te afectará, por
muy fuerte que sea. El mundo entero puede contar chismes
sobre ti, pero si no te los tomas personalmente, serás inmune a
ellos. Alguien puede enviarte veneno emocional de forma
intencionada, pero si no te lo tomas personalmente, no te lo
tragarás. Cuando no tomas el veneno emocional, se vuelve más
nocivo para el que lo envía, pero no para ti.
Ya puedes ver cuán importante es este acuerdo. No tomar nada
personalmente te ayuda a romper muchos hábitos y costumbres
que te mantienen atrapado en el sueño del infierno y te causan
un sufrimiento innecesario. Bastará con practicar el Segundo
Acuerdo para que empieces a romper docenas de pequeños
acuerdos que te hacen sufrir. Y si practicas además el Primer
Acuerdo, romperás el 75 por ciento de estos pequeños
acuerdos que te mantienen atrapado en el infierno.
Escribe este acuerdo en un papel y engánchalo en la nevera
para recordarlo en todo momento: No te tomes nada
personalmente.
Cuando te acostumbres a no tomarte nada personalmente, no
necesitarás depositar tu confianza en lo que hagan o digan los
demás. Bastará con que confíes en ti mismo para elegir con
responsabilidad. Nunca eres responsable de los actos de los
demás; sólo eres responsable de ti mismo. Cuando comprendas
esto, de verdad, y te niegues a tomarte las cosas personalmente,
será muy difícil que los comentarios insensibles o los
actos negligentes de los demás te hieran.
Si mantienes este acuerdo, viajarás por todo el mundo con el
corazón abierto por completo y nadie te herirá. Dirás: “Te amo”,
sin miedo a que te rechacen o te ridiculicen. Pedirás lo que
necesites. Dirás sí o dirás no lo que tú decidas sin culparte ni
juzgarte. Siempre puedes seguir a tu corazón. Si lo haces,
aunque estés en medio del infierno, experimentarás felicidad y
paz interior. Permanecerás en tu estado de dicha y el infierno no
te afectará en absoluto.

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SATANAS O DIOS?