
T ODAS las religiones de naturaleza espiritual son invenciones del hombre. Éste ha creado todo un sistema de dioses sin otra ayuda que la de su cerebro carnal. Solo porque tiene un ego y no puede aceptarlo, ha tenido que exteriorizarlo en un gran artificio espiritual al cual llama “Dios”. Dios puede hacer todo lo que al hombre le está prohibido hacer —tales como matar gente, hacer milagros para gratificar su voluntad, ejercer control sin ninguna responsabilidad aparente, etc. Si el hombre necesita tal dios y reconoce a ése dios, entonces está adorando una entidad que ha inventado un cerebro humano. Por lo tanto, ESTÁ ADORANDO AL HOMBRE QUE INVENTÓ A DIOS. ¿No es más sensato adorar un dios que él, él mismo, ha creado, conforme a sus propias necesidades emocionales —uno que represente mejor su propio ser físico y carnal que tiene la idea y el poder de inventar un dios en primer lugar?Si el hombre insiste en exteriorizar su propio ser verdadero en la forma de “Dios”, entonces ¿por qué temer a su propio ser, al temer a “dios” —por qué alabar su propio ser alabando a “Dios”?— ¿por qué permanecer por fuera de Dios PARA PODER INMISCUIRSE EN RITUALES Y CEREMONIAS RELIGIOSAS EN SU NOMBRE?El hombre necesita del ritual y el dogma, pero ¡ninguna ley establece que sea necesario un dios exteriorizado para poder realizar rituales y ceremonias hechas en el nombre de un dios! ¿Podría ser que, cuando el hombre cierre el vacío entre sí mismo y su “Dios”, vea al demonio del orgullo intentando salir —la personificación misma de Lucifer apareciendo en medio? El hombre ya no puede verse a sí mismo como dos partes, la carnal y la espiritual, sino que las vea converger en una sola, y entonces descubrirá horrorizado que son una sola entidad carnal —¡Y QUE SIEMPRE FUE ASÍ! Entonces, o bien se odiará a sí mismo hasta la muerte, día tras día —o se regocijará de ser lo que es! Si se odia a sí mismo, buscará caminos espirituales de “iluminación” cada vez más nuevos y más complejos, con la esperanza de poder dividirse otra vez en su búsqueda de “dioses” más fuertes y exteriorizados para que azoten su miserable cáscara corporal. Si se acepta a sí mismo, pero reconoce que el ritual y la ceremonia son elementos importantes que sus religiones inventadas han utilizado para sustentar su fe en una mentira, entonces que sea EL MISMO TIPO DE RITUAL el que sustentará su fe en la verdad —el espectáculo primitivo que le hará consciente de la sustancia añadida a su propio ser majestuoso. Cuando se ha desvanecido toda fe religiosa en mentiras, se debe a que el hombre se ha acercado más a sí mismo y se ha alejado de “Dios”; más cerca al “Diablo”. Si esto es lo que el diablo representa, y un hombre vive su vida a la sombra del diablo, con todo el vigor de Satán moviendo su carne, entonces mejor que escape del cacareo y la criticonada de quienes se denominan “justos”, o bien permanezca orgullosamente en sus lugares secretos de la tierra y manipule a las masas atontadas a través de su propio poder satánico, hasta el día en que pueda manifestarse en todo su esplendor, proclamando “¡SOY UN SATANISTA, INCLINAOS, PORQUE SOY LA PERSONIFICACIÓN MAS ALTA DE LAVIDA HUMANA!”
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